martes, 2 de diciembre de 2008

Primeras Paginas de "Desnudo y con la mano en el bolsillo"

CAPITULO
1
Todos caemos en las mismas tentaciones, es así, somos todos tan iguales como diferentes, eso es lo que nos hace únicos y especiales en este mundo extraño rodeado de tinieblas; solamente con eso deberíamos conformarnos, pero no siempre es así… Con esto arrugado como un papel viejo en mi cabeza renuncié a todo lo que se podía renunciar y salí de aquel lugar con los ojos repletos de lágrimas. Me contuve hasta llegar al coche. Y bueno, qué os puedo decir de mi coche… Me encanta y hay que tratarlo con mucho, mucho amor; Asientos de cuero calefactables, elevalunas eléctricas, navegador, televisión, guantera con nevera, sistema de reconocimiento de voz… Son ocho cilindros en V, cuatrocientos setenta y seis caballos, vamos, una máquina en toda regla, y conducirlo es un verdadero placer.Vencido por el cansancio y el desengaño emprendí mi viaje hacia cualquier lugar, lejos, muy lejos de aquel antro donde sólo sirven puro garrafón y donde la música decide por su cuenta acunarse largo rato en mis oídos. Encendí la radio. Un hombre hablaba muy deprisa, apenas pude entenderle con aquel zumbido de fondo. La verdad que eso no me importó, tenía cosas mejores en que pensar… La puse simplemente por inercia. Me dolía el hombro izquierdo. Lo notaba caliente, como si quisiese incendiarse de un momento a otro. También me notaba la cara caliente… Y bueno, me acababan de dar una buena paliza, así que a eso tampoco le dediqué mucho tiempo. A lo que sí se lo dediqué fue a regodearme en mi propia miseria para llegar a la conclusión de que algo raro anda pasando y de que yo, poquito a poco me estoy adentrando, casi sin darme cuenta, en este bosque tenebroso.Metí la pata, tuve mi mejor oportunidad y se me escapó de las manos sin darme ni cuenta; Tenía que haber matado a ese cabrón de Hearl y no terminé de hacerlo. Digo terminé por que la verdad es que le di una buena. Unos cuantos puñetazos, patadas y torceduras de brazo hasta que lo tumbé en el suelo. No me fijé en su cara, me daba lo mismo como fuese, solo sé que era gordo, muy gordo, y que sudaba como tal. Le golpeé una vez y me costó mucho decidirme, sí, sí, me costó mucho, y es que es la primera vez que hago algo parecido y a un inocente. Pero el trabajo es el trabajo, y Hearl tampoco es que fuese precisamente un inocente, me dije entonces, por eso le golpeé otra vez pensando que ya estaba todo hecho pero no fue así, el gordo de Hearl tirado en el suelo, balbuceaba y tosía, aunque no se movía mucho. Fue entonces cuando me dispuse a darle otro buen golpe, con aquella figurita que vi al entrar en una de las estanterías, cuando oí las sirenas de la pasma y tuve que salir corriendo tropezando con mis nervios. Tengo que reconocer que casi me pillan, pero no lo hicieron. Yo, por decirlo de alguna manera, me cagué en los calzoncillos y salí como alma que se lleva el diablo hasta que me encontró un coche negro con los cristales tintados, abrió la puerta y me tragó para adentro. Duró un parpadeo. Ya en el interior del coche fantástico abrí los ojos, no conocía a ninguno, ni siquiera de vista. Dos hombres totalmente de negro frente a mí y otros dos, uno hacia mi derecha y el otro en mi izquierda, me miraban en silencio. Tres de ellos bastante corpulentos. El otro… Para que os quede claro, tenía una barriga tan grande que pensé que de un momento a otro uno de los botones de la camisa impactaría sobre mí cuando menos lo esperase. -¿Qué pasó? - acabó por preguntar el más gordito de los cuatro.-He alquilado para estas vacaciones un barco en la costa mediterránea. Buceo, windsurf… ya sabe, ese tipo de cosas - contesté con una sonrisa un tanto sarcástica, acorde con mi respuesta, entonces me miró como si mis palabras le hubieran apuñalado la frente y ahora chorreasen por sus ojos haciéndolo parecer más viejo.-Mira Frank, no me vaciles. Deja ya de meter tus narizotas donde no te llaman y créeme, no te gustará el lugar que tengo pensado para tus vacaciones – terminó con un aire patético.Su voz era áspera y su aliento olía a fresas del bosque. Esto hizo que mi estómago me recordase que aún permanecía vacío, haciendo ese ruido que imitaba a un rugido. Tragué saliva y lo miré directamente a los ojos. Parecían vacíos de vida… Dos agujeros negros en mitad de la cara, finalmente pregunté:-Y… ¿Qué quieres que te diga? No pude acabar con él… Y mira que le di golpes... Aguantó el asalto casi como un campeón - ¿No lo cree? -. Consulté el reloj.Hubo una larga pausa. Frunció el ceño por un instante y luego el gordito volvió a clavar sus saltones ojos en mi. -¿Me estás tomando el pelo? –me dijo con cara de asombro -. ¿Te parece que no estoy hablando en serio? ¿Te lo parece?-Por supuesto que no - repliqué –, pero si no me aclara un poco no podré contestarle, yo soy muy bueno tirando las cartas ¿sabe?, casi diría que soy un adivino, pero a tanto no llego. - Vacilé.Tenia muy claro lo que me pasaría después. Y cuanto más me acercaba a su objetivo, más patético parecía mi orgullo. Finalmente el gordo, acabó por añadir:-¿Por qué debería creerte? – el coche se paró en seco. Habíamos llegado a mi destino. – ¿Me quieres decir que todo ha sido una jodida casualidad? ¿Te crees que soy tonto? -Peores cosas se ven, –contesté con indiferencia.-Quiero que te alejes de ese hombre. ¿Te ha quedado claro? -Cristalino.-Si te vuelvo a ver cerca de él, no vivirás para contarlo.- No sé quien es ese tipo, yo sólo quería robarle, por así decirlo. –Lo miré - ¿Porqué estamos hablando del mismo tipo verdad? - hice una pausa -. Por cierto ¿Cómo sabes mi nombre? Yo a ti no te conozco de nada.Se rió durante unos minutos, y su risa llegó a ser escalofriante. Pude ver la rabia en su mirada, como si de cuchillos se tratase, pretendiendo con ellos apuñalarme una y otra vez. Apoyó su mano en la manija:-Me lo dijo un pajarito. Baja del coche. –Me ordenó dos segundos después… - Voy hablarte en tu idioma, a ver si de esta manera lo entiendes.Y bueno, todo lo demás os lo podéis imaginar, me bajaron del coche, no precisamente de manera amable y me dejaron como el niño que come moras en el parque. Lo absurdo de todo esto es que sin comérmelo ni bebérmelo estoy metido en algún lío mucho mas grande de lo que imaginaba, y bueno, admito que yo solito me metí en el agujero, pero yo solito de esto no puedo salir… más que nada por que no quiero, no sé quiénes son esos tipos, ni por qué no quieren que me acerque a Hearl, tampoco sé por qué se me hace tan tentador, bueno sí que lo sé, y es que lo peor que se me puede hacer es prohibirme cualquier cosa, la que sea, es lo mismo, solamente con decir la palabra mágica, hace que repentinamente me invada la curiosidad de aquello que está prohibido. Mi intención era matarle, o asustarle mucho, me debe mucha pasta y esta noche estaba dispuesto a cobrar lo que es mío. Supongo que el gordo será un pez gordo, valga la redundancia, aunque más bien lo veo como un tiburón blanco acechando a su presa en la oscuridad de la noche. Pero aun así tengo que continuar, aunque se me vaya la vida en ello. No tendré otra oportunidad ni remotamente parecida a esta en lo que me queda por vivir, así que, bueno, aquí estoy, con todo el cuerpo dolorido, los oídos zumbando, con aliento apestando a vodka (del malo), casi cubierto por completo con mi propia sangre, creo, y en mi coche recién estrenado dirigiéndome hacia alguna parte, lejos del antro de donde vengo...
(Elba Morichetti)